Tú eres magia.
Jamás he conocido a nadie con esa capacidad tan sorprendente de encantar a absolutamente todo mundo.
Y es algo que se te viene tan natural.
Te conozco, te conozco y me atrevo a decir que más que cualquiera. Conozco tus sueños, tu forma de pensar, tu filosofía de vida, tus recovecos, uno que otro secreto, y muchísimos detalles que parecieran insignificantes, pero son tu sazón.
Y cómo en la cocina, la sazón lo es todo.
Te conozco y sé que posees la capacidad y el potencial de hacer feliz a cualquiera. A cualquiera que tú designes y elijas. Desde un ejecutivo, a un ingeniero, a un músico o actor, contador, licenciado u abogado o doctor. Podrías elegir lo que fuera, y serías capaz de brindarle dicha. Te conozco, sé que sabes cómo y el hombre es demasiado simple.
Pero para tú elegir a quién hacer feliz, necesitas algo. Que te haga feliz a ti.
Honestamente, no cualquiera sería capaz de aquello. La gran mayoría de las personas buscan la felicidad propia, y buscan una mujer cuyas características le hagan saber que esa mujer los podría hacer feliz a ellos.
Tú, reitero, podrías hacer feliz a cualquiera. Por eso le gustas a todos.
Pero para que alguien a ti te haga feliz (y tú lo hagas feliz a él) existen un listado de requisitos y aptitudes que deben ser cubiertas. Lo sé, pareciera que en algunas cuantas ya estoy descartado. O que aquel las llenase en un nivel mayor.
Pero hay algo, hay algo que yo sé que poseo a diferencia de cualquier otro en este punto.
Cualquier otro hombre te busca y te pretende por que cree que lo podrías hacer feliz.
Yo sé que lo único que quiero es poderte hacer feliz a ti y esa sería la única manera en que yo podría ser feliz.
¿Lo ves?¿Notas la diferencia? Con cualquier otro, (y la razón por la que batallas en convencerte) es que tú felicidad depende de que el otro cumpla ciertas condiciones, y él a su vez, condicionará lo que te de, basado en lo que tú le vayas dando. Un círculo vicioso de ver quién va cediendo poco a poco, quién va dando. Y condición, tras condición, tras condición en un círculo vicioso condicionado y restrictivo.
Por mi parte, sería un círculo virtuoso, yo seré feliz en la medida que tú seas feliz, así que buscaré sobretodo darte eso. Al estar tú feliz, yo seré feliz, y tú me darás más felicidad que causará que yo busque mantenerte más y más feliz. Buscando así la realización plena de nuestras personas, como individuos y como pareja. En una comunión ejemplar, sin condiciones ni vicios. He hecho de tus sueños mis sueños, y los que eran míos propios sé que no contradicen los tuyos. Querrás hacerme feliz y mi felicidad será la tuya, y tu felicidad la mía.
Esa es mi razón, mi forma de pensar. Mi argumento y mi estatuto con el cuál declaro que soy tu mejor opción. Soy lo que quieres y lo que necesitas, aunque busques razones y excusas para negarlo.
No sabotees tu felicidad, no pongas obstáculos a tu propia persona.
No has logrado detenerme, deberías de darte cuenta.
Así concluyo mi argumento de la semana, que decidí exponerlo aquí, donde sólo tú lees y nadie más comenta.
Sé feliz. Déjame hacerlo realidad.
1 comentario:
Te vengo a decir, a pesar de tus creencias de que no vengo a leer tus privacidades, que sí te leí hace meses cuando apenas habías publicado este escrito.
Te leí. Pensé tus palabras.
Y debo ser honesta:
No mientes cuando dices que eso es lo que te hace diferente a ti, por sobre todos los demás. Por sobre todas las demás "opciones", que en realidad no me importan. Sólo me importa las que tú ya mismo sabes.
Y concluyo que tú no me condicionas. No lo haces porque en algún punto de estos 6 años de conocerte, hace ya mucho tiempo te enredaste en mis ideas y decidiste depender de mi felicidad.
"Depender"... No, esa no es la palabra.
Decidiste poner mi felicidad en un nivel de importancia bastante grande, quizá no por sobre la tuya propia, pero como tú dices, un circulo virtuoso en el que das y recibes de una manera desinteresada, e interesa a la vez.
Sí, sí te entiendo.
Y sí, sí te leo.
Y sí, también, aquí sigo.
Publicar un comentario