

Él era un perro como cualquier otro, pero ninguno tan leal como él. Su trabajo lo había llevado a explorar y conocer lugares que nadie más había visitado. Ahora sólo corría por ahí buscando sensaciones nuevas, o tal vez parecidas a otras ya vividas, pero con mayor intensitad. Era fuerte y fiel, lo que lo hacía más fuerte todavía.
Cierta ocasión el perro volteó la mirada al cielo, y divisó una águila en pleno vuelo. Entonces él se ensimismó en fantasías de libertad, imaginó esa sensación del aire contra la cara, de sentirse ligero y por un segundo observó todo el paraje bajo sus patas. Después volvió en sí, y quedando cautivado por aquella águila, continuó su camino sin rumbo fijo todavía.
Al poco tiempo la águila había sufrido una herida, que la derrumbó y la dejó en el suelo sin poder despegar de nuevo, se encontraba en la tierra, se sentía vulnerable y con pocas esperanzas de seguir. Pero el perro que de vez en cuando miraba hacia el cielo para contemplar su vuelo, notó ese día que ya no estaba, y con su gran olfato buscó el rastro que lo hiciera llegar hacia ella.

Estuvieron un rato conversando, la plática era cada vez más amena y habían pasado ya por una variedad de temas, que qué comía cada quien, dónde les gustaba más dormir, qué hacían en sus tiempos libres, etc.
Después, ya entrados en confianza el perro le confiesa; -águila, de verdad te admiro, tú puedes volar libremente sin preocupaciones, andar por todos lados y ver muchas cosas que otros no alcanzan a ver. Quisiera ser como tú-. En ese momento la águila se echó a llorar y extendiendo sus alas le respondió, -gracias perro, pero ya no soy así. Mirá, estoy herida, y ya no puedo volar, soy muy torpe en tierra, ni si quiera puedo conseguirme un bocadillo-. El perro, dándose cuenta de lo sucedido le dijo, -no te preocupes águila, aquí estoy yo, soy bueno en la tierra, yo te puedo curar esa herida, y mientras sanas buscaré algo de comer- y así lo hizo, vendó la herida de la águila, y para no dejarla sola, se la echó al lomo y juntos fueron a cazar hasta conseguir algun bocadillo para la cena.

Así pasaron los días, el perro siempre fiel llevaba a la águila a donde fuera, les conseguía comida, salían a pasear de día de campo y tenían largas charlas donde conversaban de todo un poco. En una de esas pláticas ella le dice: -perro, creo que ya estoy bien, parece que ya puedo volar. Muchas gracias por todo, eres buena compañía, no sé como pagarte lo que has hecho por mí- -yo sí sé- responde el perro, -llévame a volar contigo-;-pero estás muy pesado- dijo ella, -no importa, yo sé que puedes, así como yo te llevé sobre mí, sé que tú puedes sostenerme con tus garras-. Ella se quedó pensando un rato, el perro efectivamente era pesado, pero ella tampoco era muy ligera, y después de todo, él la había ayudado a sanar, a recobrar la esperanza y poder alzar el vuelo de nuevo.Entonces, ¿por qué no?, era algo que ella podía hacer, y era una forma de agradecerle al perro por todo.

Entonces ella asintió, extendió sus alas de nuevo, sostuvo al perro firmemente con sus garras y emprendieron el vuelo. Él se dejó llevar y descrubrió por primera vez lo que era volar, se sintió ligero, se sintió libre, vio el mundo bajo sus patas, el aire pegaba en su cara fuertemente y él sacaba la lengua en señal de satisfacción. Recordó aquella vez que fantaseaba con volar, y se dio cuenta que esta vez era mucho mejor. Ella se sintió nuevamente libre, fuerte, movía sus alas para maniobrar y hacía todas sus antiguas piruetas con la misma belleza de siempre, insluso se dio cuenta de que todo eso que solía hacer, esta vez era mucho mejor.
Sí, esta vez era mucho mejor. Mejor de lo que él imaginaba y mejor de lo que ella recordaba, pues en esta ocasión estaban juntos. Él aprendió lo que era ser libre y espontáneo , ella encontró la fuerza y lealtad que se da en la tierra. La águila y el perro todavía pasean juntos, a veces él la carga en su lomo y corren por la pradera, otras tantas ella lo carga y observan todo desde arriba.
Sí, esta vez era mucho mejor. Mejor de lo que él imaginaba y mejor de lo que ella recordaba, pues en esta ocasión estaban juntos. Él aprendió lo que era ser libre y espontáneo , ella encontró la fuerza y lealtad que se da en la tierra. La águila y el perro todavía pasean juntos, a veces él la carga en su lomo y corren por la pradera, otras tantas ella lo carga y observan todo desde arriba.


[n o r b]